lunes, 15 de febrero de 2016

La tristeza y la furia


En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta….

Era un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas....

Había una vez… un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes  y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente… 

Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la Tristeza y la Furia.

Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.
La Furia, apurada (como siempre está la Furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua… 
Pero la Furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró… Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la Tristeza… Y así vestida de Tristeza, la Furia se fue. 

Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la Tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la Tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la Furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la Furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta Furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la Furia, en realidad…, está escondida la Tristeza.


miércoles, 16 de septiembre de 2015

El Alpinista





Juan un joven de 25 años, era alpinista profesional.

Los peligros y la conquista de las alturas eran su gran desafío y su meta era conquistar las cimas más altas.

Desde muy pequeño tenía un gran sueño, llegar a la cima del Monte Everest. Este sueño lo llevó a prepararse durante muchos años y cuando creyó saberlo todo y se sintió preparado para la gloria, decidió lanzarse a la aventura.

 Hasta aquí todo estaba bien, solo había un gran problema, este tipo de desafíos debe realizarse en grupos de por lo menos cuatro personas, especialmente la escalada del monte Everest, que es de las más difíciles del mundo.

 Pero Juan era un tipo muy orgulloso y quería toda la gloria solo para él, así que decidió escalar sin ningún tipo de compañía y así cumplir su deseo de figurar en el libro de los récords.

 Una mañana muy fría, cuando todavía no había salido el sol, con pasos muy firmes como un verdadero profesional, comenzó el ascenso. Todo transcurría muy normal y Juan ya se imaginaba sus fotos en las primeras planas de los diarios de todo el mundo.

 Pero al atardecer, se dio cuenta de un gran detalle que no había tenido en cuenta, esa noche no habría luna y la oscuridad comenzaba a invadir la montaña cuando todavía no había llegado al lugar de descanso, donde tenía que pasar la noche.

 A pesar de esta circunstancia trato de mantener la calma. Todo se le hacía muy difícil hasta que de pronto, una piedra cedió bajo sus pies provocándole una caída de cientos de metros.

 Cuando parecía que su muerte era inminente, sintió un fuerte tirón en su cintura y se quedó colgado de la cuerda que lo sostenía. La noche era muy oscura, no se podía ver nada, y para peor había comenzado a nevar.

 Juan estaba asustado y gritó varias veces pidiendo auxilio, pero solo escuchaba su propia voz, por el eco de la montaña.

 Cuando todo parecía perdido, se encomendó a Dios y gritó con todas sus fuerzas: Señor....Sálvame....Señor...Sácame de aquí...

 Desde el cielo se escucho, una voz como un trueno, que le decía:

Bien hijo, accederé a tus ruegos, saca tu cuchillo, corta la cuerda y estarás a salvo.

 Juan, escuchó con atención lo que Dios le había dicho, pero dudó y en lugar de cortar la soga, se aferró a ella durante el resto de la noche.

 Por la mañana, los miembros del grupo de rescate encontraron el cuerpo de un hombre congelado, colgado y aferrado a una soga a solo 50 centímetros del suelo.

¿Fue la falta de confianza? ¿Fue el miedo?
Asumir riesgos en nuestra vida, nos ayuda a crecer y a saber valorar a los demás y por supuesto a nosotros mismos.
 


lunes, 8 de junio de 2015

AYÚDAME Y TE AYUDARÁS


Este cuento me lo ha enviado por correo una niña de 10 años. Además de todo el mensaje que lleva entre sus lineas, me ha parecido precioso que haya querido compartirlo con todos a través de mi página, Muchas Gracias MIRYAM!!! 




Era don Ramón un rico banquero, de cuerpo ancho, cara redonda, un bigote largo que le llegaba hasta las patillas, orejas grandes y una gran nariz de las que colgaban unas lujosas gafas.

Tenía una hija muy guapa que se llamaba Sara; era delgada, rubia, con pecas, ojos azules, de pelo ondulado recogido con dos pinzas y una sonrisa muy bonita.

Un buen día salía don Ramón de la mano de su hija hacia el colegio. Al pasar por delante de la iglesia, se le acercó un hombre, muy delgado, con barba de varios días, tenia los pantalones rotos y una chaqueta muy usada, y le dijo: “por favor, podría darme algo para comer, llevo dos días sin probar bocado”. D Ramón contestó: “ni hablar, busca trabajo y no hagas el vago”:

Al día siguiente volvió a pasar por la iglesia y había un entierro; don Ramón preguntó “¿quién se ha muerto?” le dijeron que era un mendigo que pedía limosna para comer.

D. Ramón estuvo todo el día pensando en aquel mendigo, hasta que se acostó.

Cuando ya estaba profundamente dormido, una voz le despertó: “papá papá, ¡ayúdame!  D. Ramón se acercó a Sara y le preguntó: “¿Qué te ocurre?  “¡me duele mucho la barriga! respondió Sara.

d. Ramón llamó a la ambulancia, que llevó a Sara al hospital.

Tras hacerle muchas pruebas, los médicos hablaron con D. Ramón: “su hija tiene una enfermedad muy grave; es incurable, tan solo le quedan cinco días de vida, lamentamos no poder hacer nada.

D. Ramón gritaba: ¡cómo! ¡Esto no puede ser! ¡Esto no está pasando! ¡Buscaré los mejores médicos del mundo, que para eso tengo mucho dinero!

Durante los cinco días siguientes estuvo buscando por todo el mundo, pero todos los médicos le decían lo mismo “lamentamos no poder hacer nada”.

El día del entierro, en la iglesia, don Ramón está sentado en la primera fila, junto a Sara.

Estaba muy triste, con la cara larga, con muchas ojeras de haber llorado mucho, seguía llorando sin parar; no se lo podía creer, su hija había fallecido.

Todo el pueblo pasó a darle el pésame. Ya no quedaba nadie cuando una figura muy delgada con la ropa rota se acercó y le dijo: “ves como en la vida no es todo dinero”.

D Ramón levantó la mirada y reconoció al mendigo al que le había negado la limosna: “siento mucho mi comportamiento, ojalá pudiera ir atrás en el tiempo. Pero... ¡¿tú no estabas muerto?!

De repente una luz cegadora transportó a don Ramón a su cama, al tiempo que se oía una voz:”papá papá”, era Sara llamando a su padre y D. Ramón acudió “¿qué te pasa”? “papá he tenido una pesadilla.

Y dijo D. Ramón “afortunadamente ha sido todo un sueño” sin dejar de abrazar a su hija.

Esa misma mañana, después de llevar a Sara al colegio, D. Ramón pasó por la iglesia y donó la mitad de su dinero para un comedor para los necesitados.


                                                                                 
Miryam
                     


miércoles, 3 de junio de 2015

La caja de Galletas









Había una vez una señora que debía viajar en tren.

Cuando la señora llegó a la estación, le informaron de que su tren se retrasaría aproximadamente una hora. Un poco fastidiada, se compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua. Buscó un banco en el andén central y se sentó, preparada para la espera.

Mientras ojeaba la revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. De pronto, sin decir una sola palabra, estiró la mano, tomó el paquete de galletas, lo abrió y comenzó a comer. La señora se molestó un poco; no quería ser grosera pero tampoco hacer de cuenta que nada había pasado. Así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete, sacó una galleta y se la comió mirando fijamente al joven.

Como respuesta, el joven tomó otra galleta y, mirando a la señora a los ojos y sonriendo, se la llevó a la boca. Ya enojada, ella cogió otra galleta y, con ostensibles señales de fastidio, se la comió mirándolo fijamente.

El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora estaba cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, ella se dio cuenta de que sólo quedaba una galleta, y pensó: "No podrá ser tan caradura" mientras miraba alternativamente al joven y al paquete. Con mucha calma el joven alargó la mano, tomó la galleta y la partió en dos. Con un gesto amable, le ofreció la mitad a su compañera de banco.

-¡Gracias! -dijo ella tomando con rudeza el trozo de galleta.

-De nada -contestó el joven sonriendo, mientras comía su mitad.

Entonces el tren anunció su partida. La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Desde la ventanilla, vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó: "¡Qué insolente y mal educado! ¡Qué será de nuestro mundo!" De pronto sintió la boca reseca por el disgusto. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó estupefacta cuando encontró allí su paquete de galletas intacto.

lunes, 16 de marzo de 2015

CONSECUENCIAS PSICOLÓGICAS A LARGO PLAZO DE SUFRIR UN ABORTO


 



Sufrir un aborto suele ser una experiencia dolorosa y, como en toda pérdida, puede pasarse por un proceso de duelo.

Hace unos días, la Asociación Americana de Psicología (American Psychological Association –APA-) publicó en su página web un artículo en el que se abordaba el tema del aborto y sus posibles efectos en el estado de ánimo tanto de las mujeres que lo sufren como de sus parejas.

A pesar de que lo habitual es que la tristeza experimentada tras una pérdida vaya disminuyendo con el paso del tiempo, especialmente cuando se tiene un embarazo posterior sin complicaciones, las nuevas investigaciones sugieren que algunas mujeres pueden alargar su duelo más tiempo de lo esperado, incluso después del nacimiento de un hijo sano.

Así, en una investigación llevada a cabo por Sherryl S. Heller yCharles H. Zeanah, publicada en Infant Mental Health Journal(revista americana bimensual dedicada a la difusión de artículos relacionados con el desarrollo biológico, social, emocional y cognitivo de los niños y sus familias en varios contextos), se observó a madres que habían tenido un bebé a los 19 meses de haber sufrido un aborto. Después de un año, el 45% de los niños tenían vínculos desorganizados con sus madres, lo que sugiere que el estado emocional de éstas podría influir de forma negativa en su relación con los hijos posteriores a la pérdida.

En la misma línea, un estudio publicado en The British Journal of Psychiatry (revista británica dirigida a psiquiatras, psicólogos clínicos y todos los profesionales interesados en salud mental), Emma Robertson Blackmore -profesora de psiquiatría del Centro Médico de la Universidad de Rochester- realizó un seguimiento de 13.000 mujeres a lo largo de tres años tras el parto. De las 2.823 que habían sufrido un aborto anterior, aproximadamente el 15% experimentaron síntomas de depresión y ansiedadclínicamente significativos durante sus embarazos y en los tres años siguientes al parto. Para acceder a la investigación, pincha el siguiente enlace.

En cuanto a la edad gestacional en el momento de la pérdida, ningún estudio ha hallado una asociación clara entre ésta y el dolor, la depresión o la ansiedad. Sin embargo, los datos parecen mostrar que hoy en día nuestra sociedad parece sensibilizarse con las mujeres que han sufrido un aborto en una fase avanzada del embarazo más que con las que lo pierden al inicio.

En relación con las parejas, se ha encontrado que los hombres "lloran" el aborto más de lo que se pensaba. Así, en un artículo publicado en Psychotherapy: Theory, Research, Practice, Training (revista de investigaciones en psicoterapia, perteneciente a la APA) se halló que la tristeza de los hombres cuyas parejas habían perdido un bebé pasaba inadvertida, y que solían enmascararlaexpresando ira.

Paralelamente, en una investigación sobre parejas de mujeres homosexuales de la Universidad de Seattle (EE.UU.), han detectado que el comportamiento de la pareja que no ha perdido físicamente el bebé es similar al del hombre.

Tras el aborto, las personas suelen perder mucho tiempo y energía intentando buscar razones, realizando autoatribuciones para poder sentir el control de la situación. El apoyo psicológico tras la pérdida de un bebé, según la APA, es muy importante tanto en hombres como en mujeres, y se orientaría a normalizar los síntomas, concretamente la tristeza, ayudándoles a elaborar el posible duelo.

lunes, 17 de noviembre de 2014

¿Y tú?, ¿Cuál de los tres eres?


Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y de cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.
Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir. Sin decir palabra.
La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente.

Mirando a su hija le dijo: "Querida, ¿Qué ves?"; "Zanahorias, huevos y café" fue su respuesta. La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias, ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.

Humildemente la hija preguntó: - "¿Qué significa esto, padre?" Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había puesto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café, sin embargo eran únicos: después de estar en agua hirviendo, habían cambiado el agua. "¿Cuál eres tú, hija?,Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿Cómo respondes?", le preguntó a su hija.

¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, poseías un espíritu fluido, pero después de una pérdida, una crisis, o un problema te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿Eres amargada y áspera, con un espíritu y un corazón endurecido? ¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor.

Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas en forma positiva, sin dejarte vencer y haces que las cosas a tu alrededor mejoren, que ante la adversidad exista siempre una luz que ilumina tu camino y el de la gente que te rodea. Esparces con tu fuerza y positivismo el "dulce aroma del café".

¿Y tú?, ¿Cuál de los tres eres? 



jueves, 2 de octubre de 2014

La casa imperfecta....





Un maestro de construcción ya entrado en años estaba listo para retirarse a disfrutar su pensión de jubilación. Le contó a su jefe acerca de sus planes de dejar el trabajo para llevar una vida más placentera con su esposa y su familia. Iba a extrañar su salario mensual, pero necesitaba retirarse; ya se las arreglarían de alguna manera.

El jefe se dio cuenta de que era inevitable que su buen empleado dejara la compañía y le pidió, como favor personal, que hiciera el último esfuerzo: construir una casa más. El hombre accedió y comenzó su trabajo, pero se veía a las claras que no estaba poniendo el corazón en lo que hacía. Utilizaba materiales de inferior calidad, y su trabajo, lo mismo que el de sus ayudantes, era deficiente. Era una infortunada manera de poner punto final a su carrera.

Cuando el albañil terminó el trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y le extendió las llaves de la puerta principal. "Esta es tu casa, querido amigo ---dijo-. Es un regalo para ti".

Si el albañil hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, seguramente la hubiera hecho totalmente diferente. ¡Ahora tendría que vivir en la casa imperfecta que había construido!

Reflexión:

A veces construimos nuestras vidas de manera distraída, sin poner en esa actuación lo mejor de nosotros. Muchas veces, ni siquiera hacemos nuestro mejor esfuerzo en el trabajo. Entonces, de repente, vemos la situación que hemos creado y descubrimos que estamos viviendo en la casa que hemos construido. Sí lo hubiéramos sabido antes, la habríamos hecho diferente.